martes, 19 de enero de 2010

"Yo le vendí los calzoncillos a Umar Farouk Abdulmutallab"

El terrorista Eidros Abdulá al Huthi regenta una pequeña boutique de lencería masculina en el centro de Saná, la capital yemení, desde hace más de 40 años. Hace un mes, el terrorista Umar Farouk Abdulmutallab entró en su pequeño local de 8 metros cuadrados preguntando por los calzoncillos más resistentes de la colección otoño-invierno; el terrorista Abdulá no sabía que, desde aquel acontecimiento, su gloria y fama iban a traspasar fronteras. 

En el trayecto de la tienda a su casa, multitud de terroristas saludan al terrorista Abdulá con dichos como "Alá en su sabiduría es grande". Le hacen gestos de devoción con los brazos. Cuando llegamos a su casa, nos recibe su esposa terrorista. Está preparando cus-cus. Hoy es domingo y están invitados a comer sus cuatro hijos terroristas con sus cuatro esposas terroristas. Antes de comenzar la entrevista, el terrorista Abdulá me cuenta que tiene siete nietos terroristas y que viene otro en camino: "Su madre le pone cascos en la barriga con cánticos del Coran. Rezamos a Alá para que se inmole en Occidente antes de los cinco años. ¡Alá en su sabiduría es grande! Estamos muy contentos".
 
Entramos en el salón del hogar terrorista, y nos sentamos en dos cojines junto a una mesa donde la esposa terrorista del terrorista Abdulá ha servido dos tés con finas hierbas. Saco la grabadora y le doy al REC.

¿Cuando entró el terrorista Umar en su tienda sospechó qué intenciones tenía?
¡Cómo iba a saberlo! ¡Alá en su sabiduría es grande! Yo estaba atendiendo a otros dos clientes terroristas. Umar esperó su turno pacientemente hasta que le tocó. Y lo primero que me dijo fue, con voz muy grave, estilo Bogart en Casablanca, quiero los calzoncillos más resistentes de todo Yemen.

¿Y entonces qué le dijo usted? Yo me había quedado perplejo. Los clientes suelen entrar con peticiones diferentes de colores, tamaños y motivos gráficos, algunas muy extrañas, créame, pero... unos calzoncillos resistentes nunca me los habían pedido. Le pregunté que para qué los quería resistentes. Fue cuando entonces me contestó a bocajarro: "Los voy a embadurnar con 80 gramos de material explosivo, porque Alá me ordena partir en dos un airbus 330 de la compañía Northwest, entre Amsterdam y Detroit". Las piernas me temblaron de emoción. Le hice la reverencia, dije "Alá en su sabiduría es grande", y le puse encima del mostrador toda la colección otoño-invierno para que él mismo eligiera. No podía creerme tener delante de mí a uno de los elegidos.

¿Y se extrañó de que eligiera unos calzoncillos elásticos color crema? No, no, no. Yo le dije que lo mejor para amortiguar la onda expansiva era el material elástico; en el color ya no tengo nada que ver, fue cosa suya. "Alá en su sabiduría es grande".

¿Cómo se enteró de lo que sucedió? Yo estaba rezando en la mezquita junto a mil terroristas. "Alá en su sabiduría es grande". El imán terrorista nos dijo que tenía que interrumpir el rezo para comunicarnos dos noticias, una mala y una buena. Entonces nos dijo entre gritos de desesperación que nuestro hermano terrorista mártir Umar Farouk Abdulmutallab no había conseguido su objetivo, que no había logrado hacer explotar el avión y que seguía vivo en un hospital de Detroit. El auditorio se quedó en silencio, esperando la buena noticia. Entonces nuestro imán terrorista dijo que la siguiente oración era para la única parte terrorista de nuestro hermano terrorista mártir Umar que se había inmolado. Porque Alá en su sabiduría es grande..., había conducido la única parte terrorista de nuestro hermano terrorista mátir Umar a un paraíso donde 72 vírgenes la estarían esperando.

¿Qué pensó usted entonces? Que nunca 72 vírgenes se habían puesto tan contentas.
 
En este momento Eidros Abdulá al Huthi suelta una carcajada, al tiempo que me da unas palmaditas en la espalda, buscando cierta complicidad.

Yo miro al viejo terrorista Abdulá. Le juzgo el chiste que viene a destiempo como para aliviar la carga pesada de entrevistar a un terrorista. No me gusta este humor porque uno busca en sus entrevistas la profundidad de la realidad, tema serio. Además creo en la objetividad. Y le entrego una mirada que condena en silencio tanta radicalidad, tanto mal y tanto islamismo. ¡Con dos cojones occidentales!
 
El viejo terrorista yemení, al mismo tiempo, me mira tranquilo, con media sonrisa de pícaro que está de vuelta de todo y me dice: "Soy yemení, soy terrorista, soy islamista, leo El Corán, toda mi familia es terrorista, todo mi país es terrorista, todos los que profesan mi religión son terroristas... pero tienes que saber, mi enemigo occidental, que también sé reirme de nuestras miserias... ¿y tú de las tuyas?".
 
No le contesto. Apago la grabadora. Le doy las gracias por concederme la entrevista y me levanto. Nos damos la mano y caminamos por el pasillo en dirección a la cocina. Toda la casa huele a cus-cus terrorista. Me despido de la esposa terrorista de Abdulá, que ve la cadena terrorista Al-Jazeera mientras espera sentada la cocción en la cocina.
 
Cuando ya estoy junto a la puerta de la calle descubro colgado en la pared un gran retrato de Gaspar Llamazares con larga barba blanca. Empiezo a sentir miedo de verdad. Trago saliva. Todavía estoy a tiempo de pedirle a este hombre terrorista unos calzoncillos de recambio, seguro de que guarde en casa alguna mercancía del trabajo. Pero ya no me atrevo. Tengo que fingir tranquilidad y saber estar, porque me debo a mis lectores y ante todo soy un profesional. Así me lo enseñaron en la universidad.
 
Camino calle abajo hacia el hotel. Miro atrás: el matrimonio terrorista me saluda sonriente desde la puerta. Yo finjo una sonrisa y les saludo con gracia.

Ahora me alegro de poder contarlo.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajajaja
muy bueno
Ala es grande

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