martes, 11 de mayo de 2010

Los ego-reportajes de Cuatro

Adela Ucar y Samanta Villar: las mujeres de "Cuatro" miran a cámara

En la sección "Caras del día" de elpaís.com se anuncia que Samanta Villar ya tiene una sustituta llamada Adela Ucar. Samanta Villar ha sido la protagonista del programa de reportajes de "Cuatro" llamado "21 días...", un formato en el que la intrépida reportera, aprovechando un gancho publicitario del tipo "21 días fumando porros", "21 días sin comer", "21 días en una chabola", etcétera, se convierte en la protagonista omnipresente del reportaje.

En la página Web de "21 días", alojada en "Cuatro", se promociona la segunda temporada hablando así de la anterior:

En su primera temporada 21 días trató temas tan controvertidos como la vida de las personas sin hogar, los trastornos de la conducta alimentaria, el consumo del cannabis o los peligros de la obsesión por la forma física, sin dejar de lado temas de gran calado social como el chabolismo o la inmigración ilegal.

Sobre como promociona "Cuatro" sus productos y sobre lo pronto que surgen las contradicciones entre teoría y práctica a poco que se rasque ya se escribió en este blog una entrada titulada "La auténtica dimensión y profundidad de Callejeros". En el caso de "21 días" ocurre lo mismo, porque a poca mirada crítica que tenga uno encima enseguida se descubre que los temas de "21 días" no son, por poner dos ejemplos que se usan en el párrafo de la promoción, ni "la vida de las personas sin hogar", ni "los trastornos de la conducta alimenticia". El tema de la primera temporada en "21 días" fue cómo se desenvolvía Samanta Villar en el contexto apuntado en cada uno de los títulos. Y el tema de la segunda será cómo se desenvuelve Adela Ucar en los nuevos, sensacionalistas y espectaculares contextos que se apuntarán en los títulos venideros.

Pero independientemente de las trampas de venta de la promoción, el programa "21 días" como producto televisivo final no engaña a nadie. Por eso se puede suponer que la mayoría de la gente que lo ve siente una mayor expectación por las reacciones, dificultades y vivencias de la reportera que sobre el tema de fondo donde se está desarrollando la acción.

Ocurre más o menos lo mismo con otros formatos-reportaje que "Cuatro" tiene actualmente en parrilla, como REporteros Cuatro (REC), dirigido y presentado por Jon Sistiaga. La promoción de este programa en "Cuatro" dice así:

Cada semana, un reportero analizará en profundidad un tema de actualidad, tanto nacional como internacional, y nos mostrará las interioridades de su investigación periodística.

Jon Sistiaga y Juan Pedro Valentín: los hombres de "Cuatro" también saben mirar a cámara

Aquí lo importante son las interioridades de la investigación periodística, que, con buenas o malas intenciones, en el montaje final de cada programa, termina por restar tiempo e importancia a la profundidad del tema en cuestión.

Por ejemplo, el reportaje de REC titulado "¿Estamos desnudos en Internet?" (así empieza), emitido el pasado 19 de abril, comienza con una reunión del equipo de producción y realización del programa. Dirimen sobre qué nombre de los que componen la reunión le van a proporcionar a un detective para que extraiga toda la información posible a través de su rastro dejado en Internet. También, hacia mitad del programa, la reportera Laura Gimeno acude a una sala de montaje donde supuestamente se está editando el programa mismo que se está realizando. Allí, junto a un editor y al director, reflexionan sobre la posibilidad de que el personaje que acaba de protagonizar la secuencia anterior, un hacker acorbatado, sea un fantasma o no. La reportera convence a su director adelantando el contenido y al protagonista que viene, otro hacker que responde ya al perfil que todo espectador mediatizado tiene de un hacker, un matrixero, es decir, una persona amarilla de no salir a la calle, con el pelo largo y vestido de negro.

Juan Pedro Valentín, el jefe de informativos de "Cuatro", dice sobre este programa en la promoción en la Web que "el espectador vivirá junto al reportero las interioridades de su trabajo, incluso las conversaciones con sus jefes, los intentos fallidos por encontrar un dato o un entrevistado, las reacciones después de un testimonio impactante o una vivencia sorprendente". Y efectivamente, así es.

Porque sí que es cierto que este tipo de tratamiento agiliza mucho el transcurso de los acontecimientos, sobre todo porque desde el guión se establecen una serie de causas con sus efectos que terminan alineando un programa coherente desde el punto de vista del discurso. Pero al mismo tiempo se filtrea peligrosamente con el ego del reportero, que en este caso, no tiene por menos que ser el ego del programa y, más allá todavía, el ego de la misma cadena que lo emite.

Es entonces cuando uno llega a atrangantarse ya no solamente con la cantidad de minutos que el reportero protagoniza el plano con sus palabras y con su presencia física (por ejemplo, Jon Sistiaga, en "Desiertos de Al Qaeda", cámara en mano, saca medio cuerpo del coche que transita por el desierto para tomar planos casi a ras de suelo), sino también con los abusivos planos de escucha de la reportera, que en "¿Estamos desnudos en Internet?" son bastantes.

De esta manera, a través de la técnica del espejo o de la transparencia donde se dan a ver las interioridades de la investigación periodística, además de despistar al espectador sobre el tema apuntado desde el título, se tiende descaradamente a la teatralización (que en este caso esta mejor dicho que ficcionalización) de eso que nos venden como documental. Porque las escenas del programa "¿Estamos desnudos en Internet?" que se han apuntado más arriba (la reunión de los equipos de producción y realización, y la conversación dentro de la sala de montaje) responden a una puesta en escena (escrita previamente en guión) que no pueden ni saben disimularse, entre otras cosas porque los personajes que allí intervienen (realizadores, directores, reporteros...) no son actores.

El resultado es que las situaciones acaban oliendo demasiado a un algo que ocurre con personajes que descaradamente se nota que están interpretándose a sí mismos. Y es entonces cuando eso mismo que agiliza el discurso, por otro lado lo acaba torpedeando, asumiendo un modelo narrativo con pretensión documental donde se ven demasiado las puntadas del material sintético-interpretativo.

Son los riesgos de dejarle la puerta abierta al ego, al que sueles darle la mano y te acaba cogiendo el brazo entero.

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